jueves, 15 de agosto de 2013

Más se perdió en Málaga ....

¿Cómo contar esta historia? En vísperas de un viaje a Málaga para pasar la feria me parece un momento ideal para contarla.

Esta no es una de esas cosas que pueden surgir en un momento, hilando palabras una tras otra como si de un torrente de locuacidad se tratara. La vida nunca fue igual para todas las personas que fueron afectadas por los hechos que aquí se cuentan.

Esta es una historia de alcohol, vergüenza, pero sobre todo, de perdida y reencuentro, de sufrimiento y de alivio. Esta es una historia que me asalta ahora la necesidad de dejarla por escrito, no termino de saber por qué motivo, pero hacerlo así me va a proporcionar un buen rato de entretenimiento, e igual revivo cosas que creía perdidas en mis recuerdos.

Igual cuento cosas que me hacen perder mucho como persona, pero la verdad es que fue una de esas cosas de las que reírse una vez que han pasado los años, y por eso también, por que no decirlo, me apetecía escribirlo.

De esta manera recuerdo en mis carnes,

CUANDO ME PERDÍ EN MÁLAGA

En fin, por donde empezar. Feria de Málaga de no me acuerdo que año, dos amigos por allí perdidos con más peligro que una caja de bombas. Va a ser un buen año. Al poco de llegar hemos dado buena cuenta de alguna botella de Cartojal, el vino blanco dulce por excelencia, y nos lo hemos montado bastante bien, este año estamos invitados a dormitar (lo de dormir durante la feria es algo accesorio, más bien se dormita descansando lo justo para continuar la fiesta) en un apartamento que ha alquilado un amigo de Albacete, nuestro compadre Jesús "el Tejas".

Tras hablar con el por teléfono nos dirigimos a su encuentro, no sin antes hacer una parada técnica en una esquina de la ciudad ante la imperiosa necesidad de evacuar un poco de ese Cartojal que por algún sitio tiene que salir igual que entra. La imperiosa necesidad no fue lo único del ante de lo cual evacuamos, sino también un vecino del lugar que se salió por su puerta en el preciso momento en que nosotros ya no podíamos refrenar nuestro impúdico acto. Aquel caballero lógicamente montó en cólera, aunque afortunadamente para nosotros, su cólera se desató únicamente en improperios contra nuestras personas, improperios que no puedo recordar, además de muchas de las cosas que seguro sucedieron durante esta historia y que se me van a quedar en el tintero.

Montamos en el coche (mi querido Seat Toledo, que tantos quebraderos de cabeza habría de darme a lo largo de sus pocos años de vida en mis manos), conducido ahora por mi amigo Carlos, quizá porque el sabía a donde íbamos y yo no, quizá porque ya en ese momento yo no estaba físicamente capacitado para la conducción.

Tras varias vueltas por Málaga, conseguimos llegar al lugar donde se encontraba el apartamento. Nos recibe nuestro amigo Jesús, entre risas y abrazos, y más risas son provocadas tras hablar sobre las diversas peripecias que nos retrasaron hasta llegar al sitio donde estaba el apartamento. 

Confuso en mi memoria es el rato que pasamos en el apartamento. Charlamos quizás, nos tomamos algo tal vez, nos reímos seguro, en algún momento yo caí en la cuenta después de subir que me había dejado el teléfono móvil en el coche, en algún otro momento también caí en la cuenta que le había prometido a mi novia llamarla en algún momento durante la tarde para que supiera como iba todo, para que estuviera tranquila y supiera que todo iba bien.

La llegada de aquel momento marca el devenir de esta historia ya que en él está la razón de ser de la misma, esto no tendría tanta gracia si yo no me hubiera dejado el teléfono móvil en mi coche, aunque está claro que mientras sucedieron estos acontecimientos todo esto tenía de gracia la justa.

En algún momento sucedería una conversación tal que así:
- Carlos, tengo que bajar al coche un momento.
- ¿Y eso?
- Tío, me he dejado el móvil en el coche.
- No me jodas, ¿y qué más da?, ya lo cogerás luego.
- No puedo, tengo que llamar a Rosa un momento, se va a preocupar y luego me la lía.
- Venga, como quieras, yo voy a ducharme un momento y mientras tu hablas con ella.
- Va, no tardo, hablo un momentico con ella y subo.
- Venga, tira.

Fatídica conversación.

Bajo del apartamento a la calle y eché a andar en dirección al coche. El apartamento hacía esquina en una calle y no tengo más que andar unos pocos metros. Cojo la calle en la que estaba aparcado y sigo andando. Tras cinco minutos caminando empiezo a comprender que igual estoy andando demasiado, pero tuerzo en otra calle, ya que igual me he equivocado y sigo andando. Al cabo de otros cinco minutos caigo en la cuenta de que estoy más perjudicado por el alcohol de lo que pienso, ya que no soy capaz de recordar donde he aparcado mi coche.

Decido desandar el camino y volver al apartamento. Doy media vuelta, giro una calle, bajo otra y cual no sería mi sorpresa al darme cuenta esta vez que por arte de magia el apartamento ya no está en el mismo sitio donde yo lo había dejado .... bueno, no exactamente, la cuestión no era esa, la cuestión era que de la misma forma que no era capaz de encontrar mi coche, tampoco era capaz de encontrar el camino de vuelta al apartamento.

ME ACABO DE PERDER EN MÁLAGA, SIN TELÉFONO MÓVIL Y SIN TENER NI IDEA DE DONDE ESTOY

Sin pensar en ponerme en contacto con mis amigos, comienzo a deambular por las calles de Málaga que rodeaban al sitio donde teníamos que dormir. Pienso inocente de mí, que en algún momento al girar una esquina o rodear una plaza, algún elemento del mobiliario urbano hará iluminarse una bombilla en mi cabeza y me encaminará por la senda correcta. Mala idea. Pierdo totalmente la noción del tiempo, la cabeza, acabo incluso cansado de andar, y en algún momento decido que la esquina de una acera es un buen sitio para sentarse a descansar y recapacitar un momento sobre el lio que estoy armando.

Mi novia estaría preocupada, mis amigos estarían preocupados, y como ya he dicho, yo estoy perdido y sin saber donde me encuentro. Un tanto desesperado me echo hacia atrás y me tumbo boca arriba sobre la acera. Por la calle apenas pasan personas y no está demasiado iluminada, pero en mi estado mezcla de embriaguez y desesperación poco me importa que nadie me viera allí tirado.

No se tampoco de que manera, aquella acera empieza a resultarme cómoda y los metros andados mezclados con la bebida me hacen caer en un profundo sopor. No tengo la más remota idea tampoco de cuanto tiempo estuve allí, tan solo se que en algún momento alguien se acerca a mi y me despierta.

Escucho una voz gangosa y un poco como ida que me decía, "eh, tio, eh tío ...". Abro los ojos y me encuentro cara a cara con un tipo con pinta como de yonqui que me da toquecitos en el hombro para despertarme.
"Estás bien, colega, ¿necesitas ayuda?" me dice. A pesar de que le tengo que estar agradecido, las pintas que tiene me hacen desconfiar, me apresuro a decirle que estoy bien, que solo me he quedado algo traspuesto, y que muchas gracias.

Algo más despabilado me pongo en marcha de nuevo. Otra vez a andar sin saber donde estoy. Buscar un taxi era inutil, no podría decirle a donde me tenía que llevar, así que intento buscar alguna calle que parezca más principal que aquellas callejuelas. Otra vez, tampoco sé cuanto tiempo más anduve por allí, y no se como acabo en una calle que tenía dos carriles para cada sentido y que parecía prometedora. Encuentro una gasolinera y pienso que tendrían teléfono, maldita sea mi estampa, ¿cómo no pensé antes en buscar una cabina telefónica? Para mi desgracia doy con una gasolinera sin teléfono, pregunto por una cabina telefónica, y como es de suponer no tienen ni idea. Los astros se alinean para ejercer toda su fuerza en mi contra. Acabo encontrando una cabina en esa misma calle, recordaré desde aquel momento Málaga como la ciudad sin cabinas telefónicas, porque fue una empresa harto difícil encontrarla.

Lógicamente, para poder llamar también hay que resolver el problema de saber el nombre de la calle donde me encuentro. Y como no, tras intentar llamar a mi amigo Carlos, del que por fortuna sé el número de memoria (si aquello no hubiera sido así, yo podría haber perecido perdido en Málaga), en los primeros intentos el móvil se le queda sin cobertura.

De nuevo, aquí también todo anda confuso en mi cabeza. Se mezclan los típicos reproches, "porque no has llamado antes, jilipollas", o "donde coño estás metido", con la llegada de un coche a buscarme del que no recuerdo ni siquiera quienes son las personas que van en él, también con la desafortunada noticia de que al ver que no volvía habían llamado a mi novia para saber si había llegado a hablar con ella, todo eso también mezclado con el momento de mi regreso al apartamento, más reproches, "por qué coño habéis llamado a mi novia", una conversación con Jesús que me contaba que había intentado calmar a mi pobre novia que estaba a punto de hacerle a su padre coger el coche y hacerse quinientos kilómetros hasta Málaga, en fin, desde el momento en que pude ponerme en contacto con mis amigos todo fue una locura, para mi ahora una mezcla enmarañada de sensaciones, recuerdos y trozos de conversaciones.

Lo único cierto es que lamento haber sido el causante aquella noche del sufrimiento de personas a las que aprecio realmente. Suerte que ahora podemos reírnos (espero que todos lo piensen igual) de todo aquello.

Yo aquella noche me gané el apodo de "el perdío de Málaga" para muchos años, me perdí realmente y eché a perder el que tenía que ser un viaje de pura diversión. Al día siguiente necesitaba volver para poder apaciguar a mi novia, así que nos volvimos y aquella misma tarde hice los votos para reconciliarme con la persona que más quería por aquel entonces y a la que había preocupado en demasía sin tener ninguna necesidad.
FIN.

Esta es la historia, tal cual yo puedo recordarla, diría que es como la viví, pero no creo que fuera cierto. Quiero dedicársela a mis dos buenos amigos, Carlos y Jesús, los sufridores de esta historia, junto con todo el dispositivo que se montó para mi búsqueda y todas las personas que fueron afectadas por mis actos. Para mi no hubo sufrimiento realmente, mi única preocupación real fue intentar volver, y tras no conseguirlo, intentar contactar con aquellos que podían hacerme volver.

Un gran abrazo, Carlos, Jesús, amigos míos, deseo sinceramente que nos sigamos viendo en muchas más fiestas, pero que no se parezcan a esta.

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