sábado, 21 de septiembre de 2019

El río siempre corre por donde tiene que correr

La vida es un ir y venir. Como el agua. Es curioso como empezó todo y como ha cambiado. Y es curioso pensar ahora donde estoy y por donde he pasado.


Soy una hija del cielo, ligera como solo lo puede ser el viento. En mi estado en el momento en que sobrevuelo las alturas primero soy de un color blanco esponjoso, que a todos gusta y que adquiere todo tipo de formas. Es maravilloso mirar el mundo desde tan arriba, todo se ve de otra manera, y es maravilloso pensar que he contribuido a todas esas figuras de tonos azules, verdes y marrones tan sumamente pequeñas desde aquí. Yo y mis compañeras somos herramientas de la creación, del dibujo de un mundo en continuo cambio, eternas, a lo largo de los siglos.

Llega el frío, y cambiamos de color. Ahora somos grises, y adquirimos extensiones enormes y uniformes, oscurecemos el cielo y somos capaces casi de convertir el día en noche. Ahora sentimos como que pesamos más y la gravedad pronto puede empezar a hacer su trabajo. Nuestra ligereza poco a poco se va convirtiendo en algo cercano a la solidez, sin llegar nunca a serlo. Cambian los olores y todos lo notan, al principio de los tiempos quizá nadie, después lo notarían miles de animales, y después los hombres. Y la lluvia se deja caer, ahora somos lluvia.

Tantas formas de lluvia. Cuando caemos de lado, azotadas por el viento, o llovizna si caemos una en una separadas varios centímetros, o cuando nos damos las manos y caemos juntas en grandes "gotones" que sacan una mueca de cualquier ser al que le caemos encima, o el granizo, o si hace mucho frio, la nieve, que ya no son exactamente lluvia, pero eso porque a los hombre les dio la gana ... los hombres que todo la cambian, y aquí estoy utilizando su lenguaje para que podáis entenderme, puesto que este relato es para vosotros.

Los hombres que todo lo cambian. Un día estábamos fluyendo hermosos ríos y cascadas, formados por el peso natural de las cosas. El agua corre por donde tiene que correr. El peso, la orografía, la gravedad, todo eso determina por donde tenemos que fluir, una vez que hemos caído a tierra. Y durante siglos así fue, y durante siglos pase y otra vez por la tierra en el mismo ciclo, del cielo a la tierra, si hoy la lluvia era menos intensa, el río bajaba con menos agua, si al año siguiente llovía más, pues eramos muchas más haciendo crecer el cauce natural del río, en hermosas curvas y vaivenes. Del cielo a la tierra, de la tierra al mar, y de nuevo, del mar al cielo.

Idílica historia, ¿verdad? Pero esta historia no tiene un final feliz. Hubo un momento que todo cambió. Todo cambió porque intervino el hombre que todo lo cambia. Hoy el rio no baja en hermosos vaivenes. Hoy el río baja encerrado entre paredes de cemento, todas bajamos apretadas porque así lo ha querido el hombre. Y si levanto la vista puedo ver altos edificios que practicamente no dejan pasar el viento entre ellos y el linde del río, de tan cerca que están, porque así lo ha querido el hombre. Por desgracia, el hombre en su naturaleza cree que está por encima de la misma. Cuan equivocado está. El agua corre por donde tiene que correr.

Pasan los años, y no pasa nada. Hasta que llega un día en que el río que hemos nombrado antes necesita más espacio del que el hombre ha determinado que es suficiente. Y entonces, de nuevo, el agua corre por donde tiene que correr, y no le importa lo que el hombre haya dejado por en medio. Este año de nuevo, corremos por donde tenemos que correr.

Y esto nos lleva al final de la historia, a donde me encuentro hoy. Soy una gota de agua, y me encuentro momentáneamente encerrada en un coche, momentáneamente, porque tengo que seguir hasta el mar, porque así son las cosas. Pero al pasar ahora lo que veo, son los ojos de un hombre, que exhala su último aliento, también encerrado en un coche, totalmente hundido, cubierto por el agua, porque de nuevo el agua ha corrido por donde tenía que correr ... este hombre, a diferencia de mi no volverá a ver el mar ... y está pagando los errores de muchos otros, que se empeñaron en llevarnos por donde ellos quisieron, y sin embargo hoy, nosotras, contra nuestra voluntad, nos los llevamos a ellos ... porque por desgracia, la única voluntad que vale, es la del hombre.

EPÍLOGO.
Esta historia solo pretende ser un recuerdo a todos los damnificados por los recientes temporales. Quizá es un poco dura, un poco demasiado en actitud de reproche, no lo se. Os tengo que recordar que cuando empiezo a escribir, realmente no está demasiado planeado, esto sale solo, y de nuevo en este caso ha salido así. Yo vi con mis propios ojos desde la terraza de mi casa como el agua que bajó de la apertura del pantano de Santomera (al menos eso fué lo que dijeron mis vecinos) anegaba un descampado que tengo frente a mi casa, un descampado que es una extensión plana y aparentemente abierta, que cuesta trabajo asimilar que se pueda convertir en un río (o rambla) con más de medio metro de altura de agua. Pero así fue. Cuando compré la casa nadie me dijo que compraba una casa en una rambla. Pero así somos. Esa es la voluntad del hombre.
Si alguien se siente ofendido de algún modo por esta historia, pido perdón, de nuevo, lo digo, es solo mi forma de acordarme de todas las personas que ahora están luchando por la pena de algún ser querido, o peleando por recuperar sus vidas normales.

P.D. Por primera vez en la historia, un post con epílogo, si el tema no fuera el que es, hasta tendría su gracia.

domingo, 1 de septiembre de 2019

¿Has escuchado cantar el gallo?

Hola de nuevo a todos.

La verdad es que yo nunca he necesitado motivos para pasar una noche de insomnio, pero esta noche de principios de agoste que entró esto en mi cabeza, tenía motivos más que de sobra, motivos que dejo para otro post ... o quizá para ninguno, no se si me apetece explicarlos.

La cuestión es que me pasé toda la noche sin poder dormir en mi casa en Barranda, y a eso de la 5 o 5:30, después de no se cuantos años podía hacer sin pasar, escuché ese familiar sonido tirado en mi cama ... EL CANTO DEL GALLO. Y de ahí todas las paridas que vienen a continuación en forma de "verso". Disfrutadlo.

Cuando fue la última vez,
que te subiste a un tejado.

Cuando fue la última vez,
que te lanzaste sin dudarlo.

Cuando fue la última vez,
que la salida del sol has buscado.

Cuando fue la última vez,
que escuchaste el canto del gallo.

Cuando fue la última vez,
que la miraste embobado.

Cuando fue la última vez,
que un beso te dejo prendado.

Cuando fue la última vez,
que estuviste enamorado.

Cuando fue la última vez,
que escuchaste el canto del gallo.

Cuando fue la última vez,
que extendiste tu mano.

Cuando fue la última vez,
que regalaste un abrazo.

Cuando fue la última vez,
que ayudaste a quien no es tu hermano.

Cuando fue la última vez,
que escuchaste el canto del gallo.

Cuando fue la última vez,
que en tu interior te has buscado.

Cuando fue la última vez,
que tu mismo te has amado.

Cuando fue la última vez,
que tu sombra has contemplado.

Cuando fue la última vez,
que escuchaste el canto del gallo.

Como no pretende ser ningún "Sabina" ni acercarme siquiera, en esta ocasión me apetece explicar un poco de que va el tema. Y la cosa en el fondo (muy en el fondo) va de que en esta vida a veces las cosas pasan igual que los trenes por delante de nuestras narices. Simplemente pasan y se van. Y bastantes de esas veces se van cuando no deberíamos haberlas dejado pasar. Más bien deberíamos haber estado a tiempo en la parada ... pero nunca estamos. Lo triste es que mucha gente que ha nacido en nuestro tiempo morirá sin saber a que suena el canto del gallo.