martes, 27 de agosto de 2013

Estafado por Alain Affleluo, ¿tchin, tchin?


Ni ganas tengo de escribir ... juntamos a un tuercebotas como el menda que tiene la estrella del primer desgraciao que se pasó por delante de un gato negro y se le cayó la escalera encima al pasar por debajo, con unas gafas de sol graduadas que tienen menos de un mes en menos en medio de un tumulto de gente y lo único que puede pasar es que vaya y se le caiga un cristal, con la mala suerte de que acaba destrozado.

Pongamos al mismo tuercebotas en cuestión de camino a la óptica con una vaga esperanza de que con la garantía de las gafas le vuelvan a poner el cristal sin cobrarle un duro.

A continuación, ya plantados en la óptica, presenciemos una conversación de besugos en la que uno dice que tenemos unas gafas defectuosas y otro dice que tenemos unas gafas que están perfectas, que no hay ninguna prueba de que el cristal se haya caido ya que ajustan bien.

¿Y en que queda todo esto?

Pues en un tuercebotas al que le van a cobrar unos miserables 9 euros por ponerle de nuevo un cristal, que por unos miserables 9 euros tenemos a un tuercebotas descontento que no va a volver a pisar Alain Affleluo en la vida, cuando perfectamente podríamos haber tenido a un cliente contento al terminar la conversación, y al señor este Affleluo solo le habría costado sólo 9 euros.

Señor, en que país vivimos ya, los empresarios no cuidan de sus empleados, y las empresas tampoco cuidan a sus clientes. Adonde vamos a parar.

Señor Affleluo, para mi está usted muerto (una pena no volver allí, la verdad, porque la dependienta estaba un rato buena).

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