martes, 20 de agosto de 2024

El cuadrillero nómada

Mucho antes de que yo llegara a entender ni siquiera lo que significara la palabra "bordón" en un mundo donde el tiempo se detuvo antes de que las palabras tuvieran algún significado, ya existía una persona que allá donde sonara una cuerda, un triangulo o un cencerro, allí estaba él presente.

Estoy pronto a cumplir 43 años, 35 apoyando una bandurria contra mi cuerpo y disfrutando de la alegría de rodearme de gente que piensa y siente al compas de una pandereta y unos platillos, y durante esos 35 años fuera él consciente o no, siempre ha existido la figura y la presencia del cuadrillero nómada.

Ese hombre (que bien podría haber sido una mujer, en los tiempos que corren hay que contemplarlo, pero en este caso le pese a quien le pese, era hombre) que allá donde sonaban unos platillos, o una pua cimbreaba arriba y abajo rasgando una cuerda, estaba presente para presenciarlo (redundancia, si, redundancia bien pensada), registrarlo, representarlo y si a su buen entender era preciso documentarlo.

Y es que yo lo conocí, casi sin darme cuenta, solo con la vista y el pasar delante de mi de amigos míos abrazándole, y agradecidos de verlo, mientras yo hacía lo que me gustaba hacer, que era hacer sonar mi bandurria al compas de nuestros platillos y panderetas, y disfrutar de las sonrisas de mis amigos y de los bailes de las mujeres, allí estaba el, en cada evento, en cada encuentro, detrás de su cámara de fotos, detrás de unos pasos de baile que eran mi viva envidia porque yo nunca he sabido bailar ni sabré ya con la edad que tengo, porque perro viejo no aprende trucos nuevos.

Ahora que ya soy "mayor", yo también le abrazo cada vez que le veo. Y él sigue ahí. De la misma forma que hace más de veinte años. Con su misma sonrisa y su misma alegría, con sus mismos pasos de baile, detrás de su cámara (que ahora ya es una cámara digital, que los tiempos cambian), ya sea para retratar momentos, ya para recopilar historias, o ya para contarte todas esas historias que conoce y que son un tesoro para todos.

El cuadrillero nómada. 

Una persona a la que tantos queremos y con la que ahora podemos juntarnos en un lugar que es metáfora de lo que representa. La "Casa Puerto". Años hace que nos juntamos allí una primera vez (ojo, la primera vez para mi no tuvo que ser la primera vez, pero, que le vamos a hacer, yo no puedo hablar de otra primera vez), personas distintas a las que nos hemos juntado este año, pero con las mismas ganas de vivir la vida y la misma forma de sentir lo que hay detrás de los gorgoritos de una malagueña bien cantada.

Era inherente a su persona que, llegado el momento, resulte paradójico que dada su condición de "cuadrillero nómada", terminara asentándose en un lugar cuyo apelativo fuera La "Casa Puerto", analicémoslo, "casa", lugar impropio para un nómada, en contraposición de "puerto", incontables serían los puertos por los que ha podido pasar un nómada, el viajero por excelencia, pero así es la vida, terminamos allí donde menos se espera, y la mejor metáfora sobre la vida de uno mismo al final, siempre se encuentra en las experiencias vividas.

A donde quería llegar, cuadrillero nómada, finalmente ha encontrado su lugar de descanso en un sitio donde es capaz de reunir a todos sus amigos en una fiesta interminable (o mejor aún, que se termina cuando no puede dar más de sí), en una algarabía de viandas, jolgorio y música que se disfruta con todos los sentidos y que desborda la alegría de todos los presentes. Porque todos estamos haciendo lo que más nos gusta, que es disfrutar de la música que hacemos y de los amigos con los que la compartimos. Y el mejor lugar no podría ser otro que el lugar de descanso del cuadrillero nómada.

Ese amigo que todos hemos conocido en algún encuentro, en algún sitio, detrás de una cámara, sacando una foto, tocando una pandereta o dando algún paso de baile.

Y estas líneas que están inspiradas en él, a él van dedicadas.

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